Una tarde para nosotros [Astaroth]

Los días habían transcurrido de manera lenta y un poco floja, mi rutina había sido la misma día a día desde mi llegada a Inglaterra. Despertar temprano, vestirme, buscar mi uniforme y ponérmelo adecuadamente. Bajar a los salones, ver mis clases, estudiar por las tardes y practicar un poco con el piano. Pero más nada, en realidad había tenido la vaga idea de que esté sitio sería diferente pero era igual. Atrapada siempre entre cuatro paredes y ahora era peor pues ni Ast, ni Derek y ni siquiera Aidan tenían tiempo con sus complicadas agendas.

¡Pero es viernes!

A todos nos daban libres los viernes. Excepto Derek pues desde el viernes se encargaba de lleno a los asuntos de nuestro País, iba a algunas entrevistas muy privadas y ese tipo de cosas que siempre le habían gustado. Aidan estaba desde ya, planeando como haría para poder saciar sus vicios por lo que Astaroth estaba libre.
Saqué el obsequio que le había comprado de mi closet. Estaba envuelto en un lindo papel metálico de color verde. Tuve que reunir y dejar de comer algunos días para poder comprarlo porque todo tenía que ser una sorpresa.

¿Por qué se lo estaba obsequiando?

En realidad no hay un motivo concreto. No tenemos una relación como tal, no celebramos meses de novios ni fechas especiales, solo sé que llevamos dos años juntos, porque si. Dos años juntos llevamos pero no hay fechas. Pero un regalo no tiene que darse en una fecha especial, siempre me ha gustado regalarle cosas y a él también le gusta corresponderme con regalos bonitos.

Hace más de tres semanas que no podemos sentarnos a hablar como lo solíamos hacer, hace tres semanas que no siento su tacto. Ni sus labios junto a los míos. El amor no se desvanece con la distancia, al contrario es como si mi corazón me pidiera a gritos verle y hacer que me regale sus sonrisas. Todas esas sonrisas que atesoro en mi corazón.

Derek pensaba que yo estaría con unas amigas y que Astaroth estaría en algún bar. Sin Aidan porque se habían “peleado” nada podía salir mal y nosotros teníamos toda la tarde para nuestro amor.

Habíamos quedado en vernos en una calle en la ciudad a las cuatro de la tarde. La misma calle a donde fuimos el día en el que bajamos del avión. Llegué bastante temprano. Mis ganas de sorprenderlo eran grandes…Hacia bastante frio por lo que estaba bien abrigada y con el regalo abrazado a mi pecho.

Astaroth, llega pronto

Estaba agotado. Eso de levantarse temprano todos los días para torturar adolescentes flojos en indisciplinados no era para mí, estaba sobrio casi desde que habíamos llegado aquí y no me gustaba nada, no sé como podían vivir algunas personas sin una gota del delicioso elixir de la vida, no sé como se las arreglaba Aidan, no, en realidad lo sabía pero también sabía que Aidan no tenía las mismas preocupaciones que yo, él había venido aquí por “casualidad” nosotros porque teníamos algo que hacer y en qué poner toda nuestra atención, empezaba a estresarme que el maldito brujo no aparecía, por eso odiaba las responsabilidades y ahora tenía muchas encima, más de las que había sentido que tenía en toda mi vida.

Miré mi reloj y vi que era tarde, no olvidaba por supuesto la cita que tenía esa tarde, la había estado esperando con ansiedad, aunque en el fondo quisiera quedarme acostado en mi cama y dormir las siguientes veinticuatro horas, levantarme, emborracharme y volverme a dormir, pero lamentablemente esa chica que me esperaba era mucho más importante que cualquier cosa en mi vida, sólo por eso me levanté de mi cama y tomé las llaves de mi auto para dirigirme a la ciudad, parte del juego de los amantes prohibidos, cada quien llega por su propia cuenta. Cuando llegué estacioné el auto por allí, alejado y caminé por las calles del pueblo, no era Liechtenstein, pero tenía su encanto, parte de las cosas que me gustaban de Inglaterra era su historia, como su arquitectura hablaba por sí sola, la belleza gótica, bárroca y romántica en cada muro, en cada roca, en el suelo.

Llegué entonces y allí estaba ya ella, tan hermosa como siempre, me acerqué y como si fuera magia una sonrisa apareció en mi rostro, sentí la felicidad que no sentía hace mucho tiempo, desde que habíamos estado juntos por última vez, mi amante secreta y yo. Me acerqué y me incliné para besar sus labios, tomé su rostro entre mis manos y reclamé lo que era mío y lo que había anhelado desde entonces.

—Te extrañé tanto… —susurré sobre sus labios cuando me separé de ella.

Esperé un momento, el frio se hacía calador de huesos. Temblé ataviada con toda la ropa que tenia encima y cuando lleve mis manos a mi boca para soplar entre ellas y frotarlas un poco, sentí su presencia muy cercana. No me dejo ni siquiera saludar.

Cuando me beso. El frio que azotaba mi cuerpo desapareció totalmente. Alce mis pies de puntitas para poder embriagarme con sus labios un momento. Cuando me soltó y mire esa sonrisa, sincera y hermosa. Supe que todo había valido la pena.

— ¡También te extrañe muchísimo!— Le dije cálidamente sonriéndole y abrazándolo con mucha fuerza.

Me quedé así un rato, sintiendo su olor, acariciando su cabello rojizo en perfecto estado, observando cada minúsculo movimiento de su cuerpo, grabando en mi cabeza todo. Tenía que grabarlo todo para poder sobrevivir de eso mientras no pudiéramos escapar de esta forma.
Le mostré el regalo y con mis manos lo acerqué a él.

—Para ti, espero te guste Ast —

Le dije sonriéndole más amenamente. Desde el fondo de mi corazón solo quería que el regalo fuera de su agrado.

Mientras la besaba descubrí que lo que me había mantenido de mal humor no había sido la falta de alcohol o de drogas, había sido la necesidad de ella, como si Alelí fuera otro narcótico del cual me había hecho dependiente para poder estar bien, resultaba ridículo que así fuese, pero lo era, nuevamente volvía a sentirme como un adolescente, igual que ella. La mantuve cerca de mí rodeándola por la cintura, mientras fuera nuestra tarde no había necesidad de estar separados, nadie nos vería y si lo hacían a quien le importaba cuando estábamos juntos. Sonreí contra sus labios y besé la punta de su nariz, luego acaricié su mejilla y dejé detrás de su oreja un molesto mechón de su cabello castaño.

Me aparté entonces para ver el obsequio que me entregaba, aquello no lo había esperado, me devané los sesos buscando en mi memoria algún evento especial que se celebrase, yo no era muy apegado a esas cosas, no les daba mucha importancia pues creía que no necesitaba un día preciso para amar a mi hermana de la manera en que lo hacía, pero a veces las mujeres eran muy cursis y Alelí no dejaba de ser una mujer por mucho que se apegara a mi manera de sobrellevar nuestra curiosa relación.

Tomé la caja y la desenvolví descubriendo el contenido, no era en absoluto una ridiculez, me parecía un regalo sin más perfecto, me había encantado y comprobé una vez más lo bien que mi pequeña hermana me conocía, me incliné sobre ella besando la comisura de sus labios y subí hasta su oído.

—Me ha encantado, gracias… —susurré con suavidad y ternura—No tienes idea de lo mucho que te amo, hermanita.

Reí entre dientes y luego besé su cuello.

—Ahora mi café tendrá un sabor más dulce… y… musical. —torcí el gesto—No, en realidad seguirá teniendo el mismo sabor, pero tendrá estilo como yo. —Con la mano libre entrelacé mis dedos con los suyos—Y bien, princesa… ¿A dónde quieres ir? Ya sabes, mientras sea tu sabes… aburridamente correcto.

Le guiñé un ojo, ella sabía de qué estaba hablando, sabía los límites que había el día de hoy, la parte de sexo desenfrenado tendría que quedar para otra ocasión.

Mi rostro se ilumino de felicidad al ver cómo le gustaba el regalo que le había comprado. La pequeña taza de porcelana en realidad era muy linda y era muy parecida a él, cuando note que se estaba partiendo la cabeza buscando una razón me reí de él y lo abrace volviéndolo a besar suavemente. Como extrañaba besarlo, mi lugar eran sus labios y cruel era el tiempo y el destino que no nos permitían estar juntos la mayoría del tiempo. Pero yo sabía que todo esto era una simple barrera que juntos íbamos a superar. Este amor es eterno y la eternidad es larga, tiempo tenemos para nosotros.

-Tontito, no te preocupes – Sacudí su cabello – Solo es algo que te compre porque me gusto para ti, no tengo fechas especiales para hacerte un regalo – Le dije cariñosa tomando sus manos entre las mías y sonriéndole.

Estaba tan feliz, estábamos juntos por fin. Me sonroje cuando menciono que no podríamos portarnos “mal”. Puse cara de falsa molestia y bese su cuello.

-Es una lástima querido hermanito – Susurre allí, cerca de su cuello. Donde sabía que era su punto débil. Igual que yo – Supongo que cuando podamos, la espera habrá valido la pena.

Me separe de él no sin antes volverlo a besar. Tome su mano y comenzamos a caminar.

-Vamos a comer helados Ast. Nada es aburrido si es contigo mi amor – exclame– Hay un sitio lindo por aquí – Propuse sin dejar de caminar, luego recordé algo - Por cierto estabas muy guapo en la clase de deportes. Admito que estaba muy celosa porque muchas compañeras hablan de ti en los cuartos y en los baños y todas quieren violarte – Hable con tono de enojo – Eres mío Astaroth – Repuse seriamente – Mis amigas no podrán tenerte nunca, ni ellas ni nadie. Solo yo – Nunca antes había estado tan celosa. Pero intentaba contenerme.

Helado… Whiskey… la diferencia era grande entre uno y el otro, pero Alelí nunca me daría ni una gota de alcohol por voluntad propia, ella odiaba que bebiera pero a mí tampoco me importaba mucho si le gustaba o no porque era algo que nunca iba a cambiar puesto que eso era lo que me relajaba y en muchas ocasiones me alejaba de la realidad que vivíamos, algo que ella no podía entender del todo; pero el helado estaba bien, era agradable e inocente en nuestra pequeña cita de amantes desesperados.

La atraje hacia mí con intención de protegerla del frío pasando mi brazo alrededor de sus hombros; sentía sus mejillas heladas y me recordaba a los días que habíamos pasado en Vaduz jugando con la nieve como dos niños pequeños, bueno ella era una niña pequeña que me devolvía a la infancia en esos momentos, yo molestando a Aidan y ella haciendo ángeles de nieve.

Reí entre dientes al escucharla hablar de la reacción de las alumnas del colegio, noté sus celos en cada una de sus sílabas y sonreí de lado al escucharla hablar como una psicópata; mi imaginación formó a una Alelí sangrienta y sexy deshaciéndose de todas esas molestas chiquillas inmaduras.

—Por supuesto que quieren violarme—contesté casi riendo—soy el profesor mas apuesto que esas chicas verán este semestre; y yo las quiero violar a todas, lamentablemente no todo se puede tener en la vida. —Bromeé para molestarla—Con Aidan estamos planeando una clase de dibujo al natural; estoy segura de que te encantará el modelo.

Me incliné besando su cabeza aún con una sonrisa maliciosa en los labios, no había tal clase, Aidan no era tan brillante para tener la ocurrencia de exhibirme así en clase, él se la había pasado hablando de la sentir el color (literalmente sentirlo por medios físicos y no psicológicos) cuando le cuestioné sobre sus clases.

Esa sonrisa que se dibujo en su rostro yo la conocía perfectamente, era la sonrisa de niño malo que tenía cuando estaba a punto o en medio de una de sus travesuras. Cuando comenzó a hablar casi no podía hacerlo pues la risa no lo dejaba. Que comenzara a decir que las quería violar a todas me hizo negar con la cabeza ¿De qué clase de psicópata me había enamorado? ¡Ah! Si, de mi hermano, mi pelirrojo psicópata personal.

Cuando pasó su mano por mis hombros y beso mi cabeza, yo pase mi brazo derecho por su cintura y caminamos así, abrazados el uno con el otro sin separarnos. Aidan había estado comentándome sobre lo entusiasmado que estaba con su clase la semana entrante, en realidad no le creí una palabra a Astaroth sobre posar, pero si era cierto entonces yo tendría que aguantarme a mis hormonales compañeras.

—La diferencia cariño —Hable — Es que a ellas podrás querer violarlas, pero solo a mi me haces el amor — Le guiñé un ojo y con mi mano libre le quite sus lentes para ponérmelos. Todo estaba borroso a través de los cristales, me detuve y se los devolví —¡Casi estas ciego!— Me burle de él por un momento sin parar de reir.

Seguimos nuestro camino hasta la entrada de la heladería, en realidad vendían muchas cosas. Postres que se veían demasiado suculentos, al asomarme por el vidrio sentí que podía degustarlos sin siquiera probarlos, también tenían bebidas calientes.

Era un sitio bastante acogedor con sillas y mesas de hierro forjado estilo jardín, colores pasteles daban vida a las paredes. En realidad se parecía mucho a esas tienditas tiernas que aparecen en los mangas japoneses. Tomamos asiento dentro, uno al lado del otro para evitar separarnos demasiado, nuestros cuerpos permanecían juntos por medio del abrazo. El frío era atronador, comer helados no sería buena idea.

—Mejor bebamos algo caliente — Propuse —En esta ciudad no hay un día que no haga frio — froté mis manos un momento para luego colocar mis palmas en las mejillas blancas de mi amado Ast. Dejé que el calor de mis manos pasara a sus mejillas y volví a besarle los labios. Era maravilloso poder estar así…

Pensaba que podíamos pasar toda la tarde caminando sin rumbo fijo, solamente yendo por las calles de la ciudad, observando; me gustaba observar cada mínimo detalle que formaba un lugar, eran esa clase de cosas las que la mayoría del tiempo me inspiraban para crear música, para escribir, para pintar, aunque la mayoría pensaba que tenía que ver con la marihuana… yo no era Aidan, pero pasar tanto tiempo con el drogadicto de mi primo me había creado cierta fama que a decir verdad… no me importaba, todos esos plebeyos podían pensar lo que se les diera la gana, incluso cualquiera de mi familia, sobre todo Derek que en ocasiones daba la impresión de creer que me estaba volviendo Aidan; también si eso hacía enfurecer a Adam, estaba bien. A veces quería restregarle en la cara que Alelí y yo nos habíamos estado burlando de él en su propia casa, pero si me había contenido hasta entonces era por mi hermano a quien aún le tenía respeto.

La repentina intervención de Alelí me sacó de mis pensamientos cuando de pronto mi vista se nubló y supe que me había quitado los lentes y burlándose de mi vista me los devolvió.

—Al menos veo… —respondí acomodándomelos; una sonrisa desdeñosa apareció en mi rostro al hacer referencia a ese amiguito suyo con el que la había visto en varias ocasiones. Di Giovanni. —Empezaré a creer que tienes debilidad por los pelirrojos ciegos…

Sí, estaba celoso de ese chico; aunque no había razones para estarlo, yo por supuesto era por lejos mucho mejor que él en todos los aspecto, era algo que ese maldito adolescente tenía que no me agradaba, realmente empezaba a detestarlo y estaba seguro de que pronto utilizaría mi condición de profesor para hacerle la vida imposible, me había gustado humillarlo en la primera clase de deportes.

Llegamos entonces a una cafetería extraña, esa era mi definición para el lugar pero a Alelí le gustaba, por mí mismo jamás hubiera pisado el lugar, aunque empecé a tener una divertida fantasía apenas nos sentamos en una mesa; sonreí para mi mismo, divertido.

—No será que extrañas Liechtenstein—sugerí de manera burlona inclinándome un poco hacia delante en la mesa y bajé la voz a casi un susurro. — ¿Será que la princesa Alelí está a punto de perder el juego? —Tomé su mentón con una mano y la acerqué a mí para besarla lentamente y luego morder su labio inferior con delicadeza—yo prefiero helado y que tu quites el efecto después…

Obviamente había captado los celos de mi amado hermano de camino al sitio donde nos sentamos. Sonreí de manera picara pues Ast nunca se había puesto celoso por nada, en realidad en nuestro país yo no tenía amigos, todos los que tenia eran por obligación pues eran hijos de algún conde y tenían que fotografiarnos juntos pero era todo. Nunca le había dado motivos a Astaroth que le llevaran a una comparación como la que había hecho, pero es que ni siquiera estaba pensando en Ced cuando mencione que estaba casi ciego y el mismo voló lejos imaginando cosas. Era gracioso y hasta gratificante de alguna forma ponerlo así.

Tener sus ojos debería ser ilegal, y más cuando solo inspiran a pecar. Esa sonrisa tan peculiar de jugar es un don que sabe cómo usar para matar. Astaroth había abierto el paréntesis para un juego en donde él es el experto y yo la simple aprendiz. Tenía ya dos años intentando aprender a como jugar esto que el dominaba a la perfección y había tomado la suficiente practica como para “intentar” doblegar y vencer. Mas y cuando sería difícil en esta cita concretar un encuentro intimo por varias razones, a menos que la desesperación se haga tan fuerte como hacernos intentarlo en el auto. Ese sería el premio.

Sentir sus dientes en mi labio inferior fue como caer en caída libre desde un acantilado sin sentir miedo de estrellarme contra el suelo.

—¿Extrañar? No, para nada — Musité abriendo mis ojos para escuchar atentamente como me invitaba abiertamente a jugar —¿Ah sí? — Temblé ligeramente acercándome a su oído —Entonces pidamos helado y derritámoslo juntos — le guiñe un ojo.

Tomé su mano derecha y de manera muy sutil la deje en mis piernas. El mantel evitaba que se viera como se abrían ligeramente.

— Estas noches he intentado imitar tus manos pero…las mías no son tan expertas como las tuyas — quite el cabello rojizo de la mitad de su rostro para dejarlo detrás de su oreja y luego acercándome lentamente a sus labios volví a besarle lenta y provocativamente para separarme.

La cafetería comenzaba a quedarse vacía.

Le miré una vez más, provocativamente y luego tome el menú que estaba en la mesa.
—Mira, aquí hay helado de maracuyá ¿Sabías que en algunos países le dicen “Fruta de la pasión”? deberíamos pedirlo y ver que pasa ¿no crees? — Quería quemarme, si, quemarme con el fuego de Astaroth.

Ese suave y sutil veneno que emanan sus labios, quiero envenenarme con él. Volar al cielo un momento, arrancar nubes y que luego me baje violentamente al más ardiente y peligroso infierno.

Bajo el mantel de la mesa sentí su piel caliente contra mi mano, presioné su muslo con fuerza y luego la solté arqueando una ceja, la miré directamente a los ojos dejando recaer todo el peso de mi mirada sobre la suya que era completamente tierna e inocente pretendiendo ser una sensual amante ideal; de pronto parecía una estúpida niña que había aprendido todo lo que sabía en esas revistas para adolescentes que vendían en las calles o en películas románticas de América. Torcí el gesto con una sonrisa insinuante y ligeramente disgustada, me incliné aún más hacia ella.

— ¿Sabes que te estás comportando como una de mis prostitutas, de esas idiotas que idolatran la perfección del príncipe Astaroth? —murmuré cerca de sus labios, siseando cada palabra con la malicia de un animal venenoso, pero estaba fastidiado de eso. — ¿Eso quieres Alelí? ¿Qué te trate como a una mujerzuela?

Tomé su mentón entre mis dedos y la acerqué hacia mí; pude ver como sus ojos tan hermosos y sensuales se cristalizaban por las lágrimas contenidas, no era que lo disfrutara plenamente, pero muchas veces me veía en la caótica situación de que mi querida Ali era una niña que no me ofrecía lo suficiente; yo ya no era un adolescente y a mí tampoco me gustaban las adolescentes, yo quería una mujer, no a una niña o una princesita que vive aún en su cuento de hadas.

— ¿Un helado de maracuyá para que seas feliz mientras finjo que tus palabritas me excitan y después tenemos sexo en mi auto? Descuida será tan placentero como siempre, pero cuando termine te pediré con displicencia que te largues porque estoy aburrido de ti. ¿Eso quieres Alelí Von Liechtenstein? Porque yo no, no contigo.

La solté y me puse de pie, tomando mi abrigo crucé la heladería hasta la puerta y salí nuevamente al frío aire del invierno que por un momento había olvidado, el calor sofocante del local contrastaba tanto con el gélido viento que me golpeaba al caminar por la banqueta.