Clase de deportes [Todos]

Había llegado su momento como profesor. Aquella fría mañana de Enero se levantó temprano como él no acostumbraba, las diez de la mañana y sus clases iniciaban a las once, pero necesitaba tiempo para realizar su rutina diaria si no quería llegar tarde, tampoco le importaba dar la mejor impresión al personal o a los alumnos inmaduros a los que dirigiría, Astaroth nunca pensaba en las impresiones, no se fijaba mucho en lo que los demás pensaran de él, sin embargo no iba a dejar que un montón de mocosos creyeran que “la clase de deportes” sería sencilla, que su profesor era alguien por quien podían pasar encima y salir bien librados.
Después de ducharse se vistió de manera sencilla con unos pantalones deportivos y una camiseta blanca de mangas cortas ajustada al cuerpo… lo que pagarían por unas fotos de él así; se cepilló su cabello rojo tantas veces como acostumbraba, lo secó y volvió a cepillarlo, sonrió para sí mismo imaginando a Alelí sentada sobre su cama burlándose de su obsesiva manera de cuidar su cabello.

Luego se dirigió a uno de sus armarios, su favorito en realidad y sacó uno de sus arcos, era un arco moderno y negro que él había enviado diseñar con estrictas especificaciones, las armas, de cualquier tipo le fascinaban, después tomó el carcaj y con ambos instrumentos colgados en su hombro se dirigió a la zona dónde impartiría sus clases, aún faltaban quince minutos antes de que la otra clase terminara y de que los alumnos llegaran, durante ese tiempo restante se dedicó a observar el terreno y a prepararlo todo dejando un grupo de arcos que pertenecían al colegio, a un lado de las dianas.

—Me pregunto ¿Cuántos morirán hoy? —expresó en voz baja y una sonrisa traviesa bailó en su rostro mientras terminaba de ajustar su propia arma.

Al cabo de un rato ya había suficientes alumnos en el área y les ordenó, acomodarse en una línea de modo que pudiera verlos a todos, un grupo interesante el que ellos formaban, entre los cuales vio a varios pelirrojos como él y claro, a su princesa no podía dejarla pasar por alto.

—Astaroth Saxe, seré su profesor de deportes durante todo este ciclo escolar—dijo seriamente mirando a cada uno grabando sus rostros—no me interesa saber quienes son, así que nos evitaremos las presentaciones absurdas y sus datos innecesarios, ustedes mismos se darán a conocer en base a las habilidades que demuestren en el curso, ahora no son absolutamente nada, su nombre lo conseguirán si demuestra que vale la pena que los tome en cuenta, no me importa que apellido lleven, quienes son sus padres, o si son princesas y príncipes de un lejano país. —Empezó a recorrer la línea de extremo a extremo—Tal vez estén pensando que es la clase de deportes, que es sencillo pasar la materia comparado con matemáticas, física o inglés; perfecto… eso quiere decir que no me harán perder el tiempo que podría usar para dormir o fornicar. Reglas: Está prohibido llegar tarde, cinco minutos únicamente serán permitidos, después de ese tiempo por su integridad será mejor que no aparezcan por aquí hasta el día siguiente; sólo se permiten dos faltas durante el curso, si llegan a la tercera automáticamente están reprobados; justificantes están permitidos, siempre y cuando estén aprobados por el médico escolar o el director, no me importa si vienen con una dramática actuación si no es oficial se marcará la inasistencia; el atuendo para la clase será libre siempre y cuando les permita realizar las actividades correctamente, únicamente cuando se requiera equipo especial se les informará con anticipación mediante correo electrónico; tendremos exámenes teóricos sobre lo visto en clase, serán orales, constarán de una pregunta y sólo una oportunidad, dicho examen contará el 30% de su nota, y no avisaré con anticipación, por lo que deben estar preparados en todo momento.

Sonrió como si lo que acabara de decir hubiera sido una broma y luego se detuvo en medio esperando que les hubiera quedado claro porque no volvería a repetir, se había pasado una larga hora ideando esas reglas, eran duras, lo sabía, extremas si alguien quería opinar así, pero de esa manera había aprendido él y no conocía otra manera, él no era profesor, ni siquiera había estudiado algo sobre educación.

—Cualquier práctica requiere disciplina—continuó con firmeza borrando su sonrisa—cualquier actividad que ustedes elijan requiere rigidez y constancia, poner su empeño en lo que realizan, los pensamientos de apatía no están permitidos; lamentablemente está prohibido usar látigos contra los alumnos, pero hay otras formas de castigo con los que pagarán su pereza. Nadie estará exento de la clase a menos que tengan un certificado médico que constate que su salud no les permite la práctica deportiva, yo determinaré entonces lo que pueden y no pueden hacer. Ahora, antes de iniciar correrán tres vueltas por la pista de atletismo, es calentamiento previo, no una carrera, tampoco mediré su tiempo o condición física ni determinaré quien es mejor o peor, así que eviten fanfarronear. El ciego, harás lagartijas y sentadillas hasta que uno de tus compañeros haya concluido la carrera. Si alguien tiene dudas u objeciones puede mencionarlo, si no, empiecen a correr, no tenemos todo el día.

Se quedó cruzado de brazos esperando a que sucedieran varias cosas: que empezaran a hacer caras y gestos, a quejarse o a reclamar.

¡Clase de deportes! No era mi clase favorita de todas, en realidad nunca fui buena para los deportes. Correr me cansa mucho, no tengo mucha puntería ni tampoco equilibrio, pero nada importa ¡Ast será mi profesor! Me puse el uniforme de deportes que me habían dado, que era un simple mono largo color azul oscuro y una camisa blanca con la insignia del internado— Me quedaba un poco grande de las mangas, así que las doble ligeramente — me calcé los deportivos y con el cabello suelto, corrí escaleras abajo y crucé media institución corriendo.

La felicidad se denotaba en mi cara, quería verlo. Yo sabía perfectamente todo lo que había tenido que sacrificar para poder levantarse, quería verlo metido en su papel de profesor.

Cuando llegué, él ya estaba allí. Lo detalle totalmente. Estaba tan apuesto como siempre. No traía sus lentes ¿Acaso se pondría los de contacto? Sonreí imaginándomelo maldiciendo a todo dar por que se lastimaba.

Mi príncipe, mi Astaroth.

Todos llegaban y empecé a escuchar el discurso de buenos días de Ast.
Mientras más avanzaba, mas me sentía en un campamento militar. Tragué saliva al escuchar “princesas” en realidad iba a ser como una película de terror. Yo lo conocía, ni siquiera me perdonaría a mí.

Cuando pidió que comenzaran a correr, pensé en acercarme a decirle que no quería hacerlo — En realidad no quería hacerlo — Pero no, ¿Para qué? ¿Para seguir demostrando que soy una niña? Cuando habló, fui la primera en comenzar a correr.

— Inhala, exhala — Me dije a mi misma, hoy iba a demostrar mi nombre tenía que ser recordado.

Nunca había sido buena en esto. Pero tenía que hacerlo sentir orgulloso y no ser la primera en “morir”

Clase de deportes -yujuu-, no se a que se podia deber, pero me gustaban las cosas al aire libre, creo que me ejercitaba sin querer hacerlo, solo disfrutando mis caminatas sin fin, escalar rocas para llegar a ciertos acantilados del hermoso paisaje de donde vivia, en fin, tenia al parecer condicion fisica, y me gustaba.

Ya en clases, algunos se notaban intimidados por las palabras del profesor, quien era pelirojo!, -como lo supuse, pronto gobernaremos el mundo muahahahhahah, bueno aun no-pero era interesante ver pelirojos, solo esperaba que no nos volivieramos los nuevos "rubios", por que eso de caer en el estereotipo de tontos, no era bueno, otra caracteristica del profesor que atrajo mi atencion, fue que al igual que derek y aidan, se miraba sumamente joven para ser profesor y tener ese caracter, al parecer la mayoria de profesores habian sido jubilados o algo asi, y otra cosa que llamo aun mas mi curiosidad, fue su apellido "saxe", o era muy comun ese apellido, o me sonaba mucho..

Habia llevado unos pants aguados y comodos, junto con una playera blanca, tenis y recojido mi cabello en un chongo, por que al correr la cola de caballo aveces me pegaba en los ojos, al pobre de ced le puso hacer otra cosa, mientras que todos nos pusimos a correr.

-esto nos llenara mas de energia-susurre mientras corria tranquilamente con entusiasmo.

Mis clases habían comenzando a las ocho de la mañana. Una rápida clase de ingles, tomando notas a lo importante y prestando atención a nuestro profesor en todo, pero creo que el sueño se había apoderado de mi cuerpo y me dificultaba estar al cien por ciento atenta a las palabras en clases. Además el frío no ayudaba mucho, las ganas de volver a mi habitación y quedarme envuelta en mis sabanas resultaba algo tentador. Por suerte las horas habían pasado rápidamente y cerca de la diez había terminado. Me movilice rápidamente a mi habitación, debía quitarme aquel uniforme para poder andar algo mas cómoda. Al fin había llegado la esperada clase de deporte, por lo menos podía casi asegurar que me resultaría mas fácil. Era la chica poco común que adoraba toda clase de actividad física, tanto o mas como a los chicos les gustaba. Busque mi ropa deportiva y me la calce inmediatamente; una remera gris sin mangas nada ajustada pero tampoco excesivamente grande junto a un buzo negro que quedaba perfecto a mi cuerpo y mis zapatillas deportivas de igual color negra. Arregle mi cabello en una cola de caballo y me coloque un poleron abierto, serviría para escapar del frío un momento, ya llegando a clase me lo quitaría.

Llegue a la hora, otros alumnos ya habían llegado, me uní a lo demás. El profesor nos ordeno alinearnos por lo que todos comenzamos a obedecer. Tenía el cabello largo y pelirrojo, me preguntaba si este era el lugar de donde venían todos los pelirrojos del mundo, pero lo que mas me llamo la atención fue el arco que traía colgando, me gustaba los arcos, necesitabas precisión y una puntería perfecta. Otro Saxe como profesor, una rara coincidencia o simplemente estaban familiarizados, algo que no debía importarme, pero igual causaba curiosidad. Escuche atentamente todo lo que tenía decir, mas reglas, pero reglas que me gustaban, además dudaba que quisiera faltar a una de las clases de deportes, esto era lo mio.

Dar tres vueltas, no iba a comportarme competitivamente, debía regular mi forma de correr. Apenas una chica castaña comenzó a correr otros comenzaron a seguirla, rápidamente imite a los demás iniciando mi corrida junto a los demás. – Comportate como una chica común y no aceleres el paso– Me regañe en un murmullo que difícilmente alguien escucharía. Debía recordarme que está era una clase y no un entrenamiento.

Obligada si, por eso estaba alli, por que la obligaron a ir, era la unica menor de edad alli, la unica niña, se preguntaba por que la habian mandado a esa clase cuando era claro que ella debia estar con los de su edad, la forma de hablar del profesor la asusto demaciado y daba pasitos para atras cada vez que el hablaba, no queria que el fuera malo, le temia a las personas que hablaban con ese tono, cuando vio que algunos comenzaron a correr ella se acerco al profesor y lo llamo con miedo, en su rostro se notaba el temor, temor a que la regañen, temor a que la manden a la direccion.
-Señor - dijo con su tipica vocecita tierna pero esta vez tembrando - yo... es que... - hacia puchero por que vaya que si le tenia miedo a ese profesor, jamas habia visto a uno que hablase asi, por lo menos no a ella - tengo que... es que... me da miedo y - agacho la cabeza, no le salian las palabras, parecia un perrito mojado, realmente tenia miedo - señor no quiero, no se si yo deba estar en esta clase - dice rapidamente y respira ondo, por las dudas se estaba preparando para salir corriendo por si el profesor decidia gritarle y es que a Bey no le gusta que le griten por que ella jamas hace nada que meresca un castigo, en realidad si pero ese dia no habia echo nada de nada, se miro los pies con miedo y espero a que el profesor hablara, aun le sonaban sus palabras, no llegar tarde y bey siempre se perdia, su cabecita no recordaba todos los caminos y los horarios y solia ir a la clase equivocada cada dia, siempre la retaban pero no tanto, el le daba demaciado miedo asi que seria hora que se aprendiera las cosas como corresponden.

Nunca había sido una chica apasionada por los deportes, no se me daban bien o no tenía la disposición para hacerlo, en realidad cosas como el fútbol, basquetbol y todos esos juegos no llamaban mi atención; lo que yo practicaba como deportes eran la natación y el patinaje sobre hielo —aunque este ultimo no lo consideraba precisamente un deporte—, era lo que a mí me gustaba hacer y para ello también se necesitaba condición física por lo que no estaba tan mal en la materia.

Mi principal problema era el profesor. Astaroth era mi profesor y eso por sí sólo era muy malo, él me odiaba, yo lo odiaba y nada iba a salir bien de esto, aunque mantuve alguna esperanza de que no fuera tan mal sobre todo en el momento en que inició su clase y empezó a imponer reglas, a hablar como un profesor de verdad, y es que… cuando uno conoce las cosas que Astaroth ha hecho, cuando lo ha visto ahogado de borracho en los rincones del palacio, es difícil mirarle con otros ojos, aunque claro, Astaroth era alguien poco predecible y bueno, no todo en él era malo.

Su forma de hablarnos me recordó a un militar y nosotros sus soldados, eso no podría estar muy bien, porque si se tomaba el asunto en serio, nos torturaría; sin embargo por adelantado me juraba a mí misma que no iba a darle el gusto o el placer a Astaroth de verme como la débil y estúpida Annabelle, como él siempre suponía que era, yo haría todo lo que él nos pusiera a hacer, lo haría lo mejor que pudiera.

Cuando nos dio la orden de empezar a correr torcí el gesto porque correr era lo que más odiaba, pero no iba a poner alguna objeción aunque moría de ganas de decirle que no iba a hacer lo que el decía, mientras daba media vuelta y me largaba, sólo para hacerlo enojar. Me recogí el cabello en una cola de caballo alta y empecé a correr a un paso moderado pues si empezaba con fuerza sólo terminaría cansándome antes de la primera vuelta.

Quería saltarme la clase de deportes, porque sinceramente ¿qué iba a hacer yo en ese lugar? Sin embargo, era mi obligación ir a todas las clases, ya era cuestión del profesor echarme o dejarme allí, así que acudí a dicha clase pensando que no demoraría más de media hora y tendría el resto de la clase libre para hacer todo lo que yo quisiera… tenía hambre y tal vez fuera a la cocina a robar algún postre antes del almuerzo, sería genial.

Aún así, me puse lo que me habían dado como uniforme de deportes cuando llegué al internado, era una ropa cómoda, ideal si quería correr o escalar el edificio; también cambié mis zapatos por unas zapatillas de deportes y fui a dónde me indicaron que era la clase. Yo sólo podía pensar en el postre… en algo con fresas o frambuesas, tal vez zarzamoras y mucha crema batida… Correcto mi alimentación no era precisamente saludable y yo tampoco era un chico de deportes, ya no, antes había practicado fútbol y había sido bueno, me había metido en cualquier parte dónde pudiera moverme; tampoco estaba diciendo que mi condición física era mala, gracias a los entrenamientos de mi abuelo mantenía condición y sabía hacer algunas cosas, a mi pesar, nada útil ni divertido en la vida cotidiana, por eso aquí me sentía como en el paraíso, porque no tendría que hacer nada de eso.

Pero me llevé una gran sorpresa en cuanto estuve allí, formado en lo que se suponía era una fila, y el profesor empezó a hablar, sonaba estricto, sonaba como mi entrenador personal y sólo por eso lo odié pero no dije nada, sólo me quedé callado despidiéndome de mi postre porque el rumbo que su discurso daba no parecía muy alentador para mí; supe desde ese momento que no me perdonaría y tendría que asistir a deportes a hacer el ridículo durante el resto del año escolar. ¿Qué nadie le dijo que no estábamos en una academia militar?

A su orden, de mala gana empecé a hacer lo que había ordenado, mientras los otros se supone correrían, sólo esperaba que no demoraran mucho, no era justo que mis ejercicios dependieran de ellos, era incorrecto… sentí que él me odiaba o algo parecido; en realidad me pareció que nos odiaba a todos y él odiaba estar allí.