Hagamos vibrar un par de platillos [Libre]]

Aquél característico aroma de té negro con canela fue inundando el aire del salón de música, como cada vez que Clémence aparece en algún lugar. En general, es reacia a salir del pequeño salón de té, ahí se siente a gusto; tiene sus juegos de tazas, el delicado papel mural, y la poca frecuencia de estudiantes le ahorra una gran cantidad de problemas. Pero el confinamiento a algunos metros cuadrados, gran parte del tiempo, le hacen sentir incluso más muerta de lo que está. Terminó de cruzar el muro que divide la sala del té con el salón de música antes de percatarse que no hubiera nadie.

Una de las primeras veces que se aventuró a recorrer el cuarto piso, década atrás, se vio maravillada por el salón de música. Era otros de sus lugares favoritos cuando estaba viva y estudiaba en St. Edwards, no porque haya tenido algún talento con la música, al contrario, era torpe, descordinada, y con un tono bastante alejado de lo que se considera armonioso. Lo de Clémence siempre fue escuchar, se paseaba con sus discos de Bowie y Oasis, hasta que descubrió que muchos músicos intentaban ser Noel Gallagher en aquel salón, sin duda, escuchar desde la puerta salir los acordes era incluso mejor que su vieja radio. Muerta, se paseó invisible viendo al resto, estaba imposibilitaba para poner su propia música por lo que estar ahí era la mejor opción. Aunque los estudiantes no lo tomaron de la mejor forma: la falta de paciencia y "la falta de buen gusto musical", según ella, acabaron con sus nervios, y comenzó a desafiar instrumentos, crear chirridos de guitarras, o simplemente a crear estruendos que los chicos no tenían idea de donde venían.

Según su planificación mental, esté era el momento donde la sala está libre y el resto está ocupado en sus clases donde sea que eso fuera. Se sentó en el banquillo de la batería, que ocupaba un lugar central del salón, cerró los ojos y se quedó ahí, intentando hacer vibrar con su mente los platillos de ésta.