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Those days [Libre]
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St. Edward's College :: :: Cuarto piso :: Salón de té
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Those days [Libre]
Tres días. Ya iban tres largos días en donde nadie se atrevía a pasar por al enfrente del salón del té, de hecho, sólo era un par de valientes los que recorrían -a paso rápido- los pasillos del cuarto piso en estas ocasiones. Comenzó como siempre con pequeños parpadeos de luz en las lamparas de cristal, seguido de gritos de Clémence, y finalmente, el estruendoso ruido que producía la loza al chocar contra las paredes. Para alivio de los encargados, ya tiempo atrás por una situación similar habían re ubicado los preciosos juegos de tazas, que llevaban décadas en la escuela, a un salón privado en la primera planta. Había algunos donde sólo un platillo costaba cientos de libras sin contar el valor sentimental de los funcionarios.
Nunca le había gustado ver por la ventana de los salones, la idea de que alguien pudiera ver al fantasma cuando eleva su mirada levemente parecía muy cliché y desgastada; pero sólo esta vez le fue imposible no centrar su atención en los jardines. Una risa gangosa, o más bien como si un pavo estuviera sufriendo un ataque asmático, llenó cada parte de la escuela. Jannet, la odiosa rubia que la miraba con cara de asco años atrás estaba acá para matricular a su pequeño demonio, un crío con exactamente la misma expresión. Parecían felices, no podía decir más mirando únicamente sus rosados rostros, pero lo parecían sin duda. Los años pasaron por el cuerpo de la mujer, arruinando las curvas juveniles de las que tanto se jactaba, a causa del embarazo se apresuró a concluir, pero aún así no se veía mal. Ella por su parte estaba exactamente igual que hace dieciséis años atrás, como una fotografía, incluso tenía las mismas ropas que llevaba al momento de morir, agradecía que la aneurisma no llegó en Halloween. Estuvo prendada al vidrio observando como Jannet hablaba con un hombre, que reconocía como un profesor, hasta notar que su mano se movía sin control contra el vidrio. Estaba sollozando. Unas lágrimas tan livianas como ella aparecían en su rostro, y sus hombros temblaban. De esa forma se fue a dejar caer en un sillón, rodeada por decenas de tazones de té. Ahí se quedo, todos esos días hasta ahora. De cuando en vez enterraba su rostro entre sus manos, gritaba a los que pasaban, o simplemente se quedaba en silencio pensando porqué aún está acá.
Si los fantasmas femeninos no sufren de síndrome pre-menstrual alguien le debe una gran disculpa a Clémence y a la escuela. Como había creado un fuerte lazo con el cuarto piso, cada uno de sus cambios de humor se transmitían a los objetos que lo constituían, creando caos en las instancias donde tenía bajas depresivas, como ahora, lo que se va haciendo más y más común el último tiempo. Quién lo diría, con todo esto parecía más un fantasma de lo que era.
Nunca le había gustado ver por la ventana de los salones, la idea de que alguien pudiera ver al fantasma cuando eleva su mirada levemente parecía muy cliché y desgastada; pero sólo esta vez le fue imposible no centrar su atención en los jardines. Una risa gangosa, o más bien como si un pavo estuviera sufriendo un ataque asmático, llenó cada parte de la escuela. Jannet, la odiosa rubia que la miraba con cara de asco años atrás estaba acá para matricular a su pequeño demonio, un crío con exactamente la misma expresión. Parecían felices, no podía decir más mirando únicamente sus rosados rostros, pero lo parecían sin duda. Los años pasaron por el cuerpo de la mujer, arruinando las curvas juveniles de las que tanto se jactaba, a causa del embarazo se apresuró a concluir, pero aún así no se veía mal. Ella por su parte estaba exactamente igual que hace dieciséis años atrás, como una fotografía, incluso tenía las mismas ropas que llevaba al momento de morir, agradecía que la aneurisma no llegó en Halloween. Estuvo prendada al vidrio observando como Jannet hablaba con un hombre, que reconocía como un profesor, hasta notar que su mano se movía sin control contra el vidrio. Estaba sollozando. Unas lágrimas tan livianas como ella aparecían en su rostro, y sus hombros temblaban. De esa forma se fue a dejar caer en un sillón, rodeada por decenas de tazones de té. Ahí se quedo, todos esos días hasta ahora. De cuando en vez enterraba su rostro entre sus manos, gritaba a los que pasaban, o simplemente se quedaba en silencio pensando porqué aún está acá.
Si los fantasmas femeninos no sufren de síndrome pre-menstrual alguien le debe una gran disculpa a Clémence y a la escuela. Como había creado un fuerte lazo con el cuarto piso, cada uno de sus cambios de humor se transmitían a los objetos que lo constituían, creando caos en las instancias donde tenía bajas depresivas, como ahora, lo que se va haciendo más y más común el último tiempo. Quién lo diría, con todo esto parecía más un fantasma de lo que era.
Clémence Pallières-
Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
De vez en cuando me gustaba perderme por las incontables habitaciones de la gran estancia que era el internado. Como ya he dicho antes en otros relatos, tenía bastante tiempo para hacerlo y cada día escogía una habitación distinta en la cual hacerlo. Había aprendido a caminar con los audífonos puestos en volumen bien fuerte para evitar "sopresitas" indeseables y posibles paros cardíacos. Más de una vez me había pasado ya que algún espectro con ganas de ser travieso me tomaba con la guarda baja y el resultado era poco más que humillante, conmigo pegando gritos de susto frente al resto de cuerpo docente y estudiantil.
Así que ya no. Iba con un discman en la mano y un enorme par de audífonos que me hacían ver más pequeño de lo que era. Era el turno del salón de té. No me gustaba gustaban las bebidas calientes para nada, yo era más bien persona de helados, así que cuando me dirigía a ese salón no era precisamente para tomar te. Ahora, el sabor es una cosa y el aroma es otra. Me encantaba el olor del té recién hecho, casi como a incienso, y por alguna razón siempre había te recién hecho.
Habían tazas aún humeantes en unas mesitas y en otras tazas que habían sido preparadas hacía ya horas, y que ya no estaban calientes. Todas las tazas colocadas indistintamente encima de la mueblería del cuarto, pero siempre en perfecto orden. No pregunté... solamente tomé la taza más fría que pude identificar al tacto, me desmonté los audífonos y me asomé por la ventana mientras sorbía la bebida.
Así que ya no. Iba con un discman en la mano y un enorme par de audífonos que me hacían ver más pequeño de lo que era. Era el turno del salón de té. No me gustaba gustaban las bebidas calientes para nada, yo era más bien persona de helados, así que cuando me dirigía a ese salón no era precisamente para tomar te. Ahora, el sabor es una cosa y el aroma es otra. Me encantaba el olor del té recién hecho, casi como a incienso, y por alguna razón siempre había te recién hecho.
Habían tazas aún humeantes en unas mesitas y en otras tazas que habían sido preparadas hacía ya horas, y que ya no estaban calientes. Todas las tazas colocadas indistintamente encima de la mueblería del cuarto, pero siempre en perfecto orden. No pregunté... solamente tomé la taza más fría que pude identificar al tacto, me desmonté los audífonos y me asomé por la ventana mientras sorbía la bebida.
Emile Rogen- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
Con sus brazos acercaba sus rodillas al pecho intentado infundirse de un calor invisible. Estaba un poco, sólo un poco, más tranquila. No quería arruinar más juegos de té, además que los que quedaban estaban con líquidos en ellos. Fue un alto al fuego momentáneo, o por lo menos hasta que la puerta principal resonó. Alguien entraba, y parecía no tener la más mínima idea de lo que sucedía allí, o posiblemente sabía y quería hacerse el listo como muchos otros. Se quedó estática en uno de los sillones individuales, haciéndose invisible, y siguiendo con la vista cada uno de los movimientos del hombre. Caminaba a paso tranquilo como si nada lo perturbara, con unos audífonos que vibraban a causa de la música que parecían doblar el tamaño de su cabeza.
Tenía un cojín a un costado, y estaba decidida a empezar a aventarlo contra el visitante hasta que puso manos sobre las tazas. Sino hubiera estado en aquella tregua interna de seguro también hubiera reventado las tazas, no tenía miedo a hacerlo ya que muchos ni siquiera valoraban su trabajo en hacer esto más cálido con un poco de té, pero no, el hombre parecía querer seleccionar una taza en particular. Clémence se levantó del asiento y observó las tazas con él, que eligió la que había hecho unas horas atrás, justamente la más fría de todo el salón. Odiaba el té helado, una parte de ella sentía que atentaba contra todo lo que la sofisticada bebida simboliza, pero éste no era momento para ser quisquillosa, hace mucho tiempo que nadie recibía lo que ella se dedicaba a hacer con esmero a diario. Él hombre siguió camino a la ventana y Clem volvió al sillón. Espero los veinte segundos que solían correr para que las personas comunes notaran que algo iba diferente, quizás un frío peculiar o lo que sea que dicen que se siente en la presencia de un espectro, pero nada. Incómodo. Se removió entre los cojines produciendo ligeros sonidos en busca de alguna reacción, muy adentro no quería alterar a la única persona en días que se acercaba a sus tazas, pero la hacía sentir fuera de lugar.
Decidió ser escalofriantemente amable y con una suave voz que hizo eco a lo largo de la habitación se escuchó: -Hay azúcar en la mesa. Nadie puede quedar indiferente a algo así en un lugar vacío.
Tenía un cojín a un costado, y estaba decidida a empezar a aventarlo contra el visitante hasta que puso manos sobre las tazas. Sino hubiera estado en aquella tregua interna de seguro también hubiera reventado las tazas, no tenía miedo a hacerlo ya que muchos ni siquiera valoraban su trabajo en hacer esto más cálido con un poco de té, pero no, el hombre parecía querer seleccionar una taza en particular. Clémence se levantó del asiento y observó las tazas con él, que eligió la que había hecho unas horas atrás, justamente la más fría de todo el salón. Odiaba el té helado, una parte de ella sentía que atentaba contra todo lo que la sofisticada bebida simboliza, pero éste no era momento para ser quisquillosa, hace mucho tiempo que nadie recibía lo que ella se dedicaba a hacer con esmero a diario. Él hombre siguió camino a la ventana y Clem volvió al sillón. Espero los veinte segundos que solían correr para que las personas comunes notaran que algo iba diferente, quizás un frío peculiar o lo que sea que dicen que se siente en la presencia de un espectro, pero nada. Incómodo. Se removió entre los cojines produciendo ligeros sonidos en busca de alguna reacción, muy adentro no quería alterar a la única persona en días que se acercaba a sus tazas, pero la hacía sentir fuera de lugar.
Decidió ser escalofriantemente amable y con una suave voz que hizo eco a lo largo de la habitación se escuchó: -Hay azúcar en la mesa. Nadie puede quedar indiferente a algo así en un lugar vacío.
Clémence Pallières-
Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
La ventana estaba cerrada y el vidrio se nublaba cada vez que respiraba sobre él, así que naturalmente se me hacía algo difícil distinguir las imágenes empañadas. Limpié el havo en el cristal con el codo esperando ver algo y sorbí por segunda vez de la taza de te. De repente una voz discorde y algo fría, si se puede describir así, saltó de alguna de las paredes de la habitación. El sobresalto no me permitió tragar de manera adecuada la ración de té que tenía en mi boca, sino que me obligó a toser violentamente por el susto, y el líquido salió por mi nariz y boca como un aerosol de gota gruesa.
La mayor parte del te también se derramó sobre la cortina y el piso, dejando una tenue mancha amarillenta sobre las telas blancas, y sobre mi camisa... y sobre mi pantalón. Mierda. Ahora pensarían que me había orinado encima ¿O de verdad lo había hecho?
- Mierda... - Dije para mi mismo, dejando al taza casi vacía a un lado y volviendo a la ventana para revisar la mácula de té de la cortina. - ¡Felicitaciones! ¿Ves lo que has hecho? - Dije entonces mirando al techo de la habitación. - Nunca pueden simplemente estar, sin ruidos raros ni voces que salen de la nada. Siempre tienen que ser alborotadores.
Dije aquello último como un susurro, volviéndome a la habitación paseando mi mirada entre las tazas de te, tratando de encontrar una servilleta con la cual ayudarme para secar el desastre en mi entrepierna.
La mayor parte del te también se derramó sobre la cortina y el piso, dejando una tenue mancha amarillenta sobre las telas blancas, y sobre mi camisa... y sobre mi pantalón. Mierda. Ahora pensarían que me había orinado encima ¿O de verdad lo había hecho?
- Mierda... - Dije para mi mismo, dejando al taza casi vacía a un lado y volviendo a la ventana para revisar la mácula de té de la cortina. - ¡Felicitaciones! ¿Ves lo que has hecho? - Dije entonces mirando al techo de la habitación. - Nunca pueden simplemente estar, sin ruidos raros ni voces que salen de la nada. Siempre tienen que ser alborotadores.
Dije aquello último como un susurro, volviéndome a la habitación paseando mi mirada entre las tazas de te, tratando de encontrar una servilleta con la cual ayudarme para secar el desastre en mi entrepierna.
Emile Rogen- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
De un momento a otro todo pareció suceder en stopmotion, o por lo menos el nivel épico de la circunstancia hacía que fuera considerablemente lento. Vio en detalle como los hombros del sujeto se movían a causa de la tos, y su rostro iba milésima a milésima desfigurándose en una mueca difícil de describir, segundos después comprendió que la raíz de la mueca era el té que buscaba el paso para desembocar en la nariz. Mordió su labio inferior en un intento desesperado por no reírse, no aún. En un área de dos metros a la redonda todo estaba lleno de té: cortinas, alfombra, figurillas, papel mural, el traje del hombre. Era como si un niño con problemas de continencia hubiera tenido un día muy agitado en el baño, especialmente si se considera la gran mancha que quedó en su pantalón.
El visitante parecía mascullar algo entre dientes, algo acerca de ser muy alborotadores, no logró escucharlo bien pero lo que haya sido era referente a los fantasmas. Y eso fue todo. La gota suficiente para que el vaso estallara. Hubo un instante de silencio antes, o simplemente era ella asegurando aire que no necesitaba. Clémence, finalmente, explotó en carcajadas. Era extraño considerando de que no sonreía en semanas, puede ser que la necesidad de hacerse notar sea demasiada, pero como siempre, exageró en su reacción: daba vueltas en el sillón, se le iba el aire quedando en una risa sin sonido, afirmaba su estómago de forma refleja, incluso bajó tanto sus defensas que se hizo visible a la vista mortal. Estuvo riendo sin parar prácticamente dos minutos, apuntando esto o aquello, riéndose de su propia risa, hasta que juntando todas sus fuerzas logró decir entre bocanas de aire: -Dios, debiste haber visto tu rostro- Limpió con el dorso de su mano una falsa lágrima - No veía algo así desde que le lancé un plato en los pies a esa niña de rostro estirado. - Comentó casi al azar.
Desde el mismo sillón se las ingenió para mover un pequeño paño que reposaba sobre un librero hasta la mesa de las tazas, de donde antes se había sacado la taza que ahora estaba en el suelo -Para la camisa,- Indicó - parece costosa.
El visitante parecía mascullar algo entre dientes, algo acerca de ser muy alborotadores, no logró escucharlo bien pero lo que haya sido era referente a los fantasmas. Y eso fue todo. La gota suficiente para que el vaso estallara. Hubo un instante de silencio antes, o simplemente era ella asegurando aire que no necesitaba. Clémence, finalmente, explotó en carcajadas. Era extraño considerando de que no sonreía en semanas, puede ser que la necesidad de hacerse notar sea demasiada, pero como siempre, exageró en su reacción: daba vueltas en el sillón, se le iba el aire quedando en una risa sin sonido, afirmaba su estómago de forma refleja, incluso bajó tanto sus defensas que se hizo visible a la vista mortal. Estuvo riendo sin parar prácticamente dos minutos, apuntando esto o aquello, riéndose de su propia risa, hasta que juntando todas sus fuerzas logró decir entre bocanas de aire: -Dios, debiste haber visto tu rostro- Limpió con el dorso de su mano una falsa lágrima - No veía algo así desde que le lancé un plato en los pies a esa niña de rostro estirado. - Comentó casi al azar.
Desde el mismo sillón se las ingenió para mover un pequeño paño que reposaba sobre un librero hasta la mesa de las tazas, de donde antes se había sacado la taza que ahora estaba en el suelo -Para la camisa,- Indicó - parece costosa.
Clémence Pallières-
Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
La miré de reojo, sin ocultar mi repentino mal humor. La infeliz se estaba riendo a mi costa, y aunque no era la primera que lo hacía, ni era la primera vez que me pasaba alguna situación parecida, las burlas no fastidiaban nada menos por más que pasaran los años y las oportunidades.
Tomé el pañuelo con la mano apun humeda de manera algo brusca y empecé a secarme las dos manos, mientras caminaba en dirección al sillon que ocupaba aquella muchachita que se retorcía de la risa. Sencillamente me senté encima de ella, como si no existiera y como si en realidad no me importara si es que lo hacía, y puse el pañuelo en una de las tantas mesitas de té que se repartían por la estancia. -Pues no... no es costosa. - Le dije mientras remangaba las mangas de la camisa hasta los codos. - De cualquier forma creo que ya está arruinada. - Le mentí. el poliester no se manchaba ni con alquitrán ni con brea, y mucho menos con una taza de té, ni siquiera del más negro que existiese.
Los vellos de los brazos se me ponián como la piel acañonada de gallina, pero no me importaba, y seguí sentado allí donde estaba. Que se moviera ella. Yo por mi parte tomé un cojín de por allí y lo puse encima de mi entrepierna, tratando de desimular. - Y me debes un par de pantalones... -
Tomé una taza de té, menos fría que la anterior, y la acerqué a mi. Me hubiera encantado algo de hielo con esta otra taza.
Tomé el pañuelo con la mano apun humeda de manera algo brusca y empecé a secarme las dos manos, mientras caminaba en dirección al sillon que ocupaba aquella muchachita que se retorcía de la risa. Sencillamente me senté encima de ella, como si no existiera y como si en realidad no me importara si es que lo hacía, y puse el pañuelo en una de las tantas mesitas de té que se repartían por la estancia. -Pues no... no es costosa. - Le dije mientras remangaba las mangas de la camisa hasta los codos. - De cualquier forma creo que ya está arruinada. - Le mentí. el poliester no se manchaba ni con alquitrán ni con brea, y mucho menos con una taza de té, ni siquiera del más negro que existiese.
Los vellos de los brazos se me ponián como la piel acañonada de gallina, pero no me importaba, y seguí sentado allí donde estaba. Que se moviera ella. Yo por mi parte tomé un cojín de por allí y lo puse encima de mi entrepierna, tratando de desimular. - Y me debes un par de pantalones... -
Tomé una taza de té, menos fría que la anterior, y la acerqué a mi. Me hubiera encantado algo de hielo con esta otra taza.
Emile Rogen- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 28/01/2013
Re: Those days [Libre]
Continuó conteniendo las pequeñas risas que salían en forma compulsiva de su boca, esperando porque el visitante se marchara indignado del lugar, como muchas otras veces había sucedido en una rutina de no acabar. Aunque la espera se vio reducida a nada cuando en vez de largarse el hombre se acomodó en el sillón que estaba ocupando, haciendo que Clémence se desvaneciera en el aire. Siempre que atravesaba objetos, o se encontraba con algo denso volvía a ser aire, volvía a su eterna forma invisible. Fastidiada caminó en un ir y venir por la habitación, dando vueltas como un animal enjaulado, observando como el hombre permanecía ahí. Por qué no se va. Se estaba poniendo realmente incómoda con su presencia ¿y si era un brujo? ¿y si era uno de estos brujos que manipulan a los espíritus con pactos con el diablo y cosas como esas? ¿y si ahora en verdad la podía observar mientras ella creía que estaba siendo invisible? Tragó en seco antes de darse cuenta acerca de lo ridícula que estaba siendo. No, sería mejor no sobre reaccionar con esto. Es otro humano más, uno de las decenas que pasan por el cuarto piso a diario, un poco menos atemorizado que el resto pero otro simple mortal.
Mantuvo su rostro en una expresión neutral apareciendo en el otro extremo de la sala, manteniendo la distancia sólo por las dudas. Ya había pasado un tiempo pero le fue imposible no agregar con el tono más irónico del que tuviera registro: -Claro, ¿quieres que te pague los pantalones en almas o en cabezas decapitadas?- Como si un fantasma pudiera poseer dinero, sí claro. Quizás estaba siendo ruda y maleducada, pero en aquellos momentos la presencia de cualquiera la alteraba, y tampoco tenía ganas de cambiar de salón, ni menos aún de pasar desapercibida entre el mobiliario. Era uno de esos días que culpaba al mundo de su condición paranormal.
-Te gusta el té frío- Dijo cuando le fue imposible seguir callada. Lo había notado desde el principio, y era otro de los hechos que la hacía sentir extraña. El té frío es tan antinatura, pensó el fantasma.
Mantuvo su rostro en una expresión neutral apareciendo en el otro extremo de la sala, manteniendo la distancia sólo por las dudas. Ya había pasado un tiempo pero le fue imposible no agregar con el tono más irónico del que tuviera registro: -Claro, ¿quieres que te pague los pantalones en almas o en cabezas decapitadas?- Como si un fantasma pudiera poseer dinero, sí claro. Quizás estaba siendo ruda y maleducada, pero en aquellos momentos la presencia de cualquiera la alteraba, y tampoco tenía ganas de cambiar de salón, ni menos aún de pasar desapercibida entre el mobiliario. Era uno de esos días que culpaba al mundo de su condición paranormal.
-Te gusta el té frío- Dijo cuando le fue imposible seguir callada. Lo había notado desde el principio, y era otro de los hechos que la hacía sentir extraña. El té frío es tan antinatura, pensó el fantasma.
Clémence Pallières-
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Fecha de inscripción : 28/01/2013
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