The waves raised tides - Alelí Saxe

Cuatro de la tarde, y ya no tenía nada que hacer. Mientras gran parte del personal aún se encontraba finalizando labores, revisando tareas o sencillamente haciendo vida social en la sala de té, yo estaba en los exteriores, tirando rocas en el lago. La película superior reflejaba el sol cada vez más dorado de manera perfecta, excepto cuando las piedras lisas y pequeñas que yo arrojaba perturbaban su superficie. En ninguno de mis intentos las piedras rebotaron como cuando lo hacían los chicos, pero ya no me frustraba que no me saliera el truco. Era más bien resignación, y las seguía tirando contra el agua por pura inercia.

Cantaba canciones deprimentes de Swallow The Sun. A mi lado izquierdo una pequeña pila de guijarros y a mi lado derecho una bolsa de comida chatarra y caramelos que había comprado para el cine el fin de semana pasado y que no ne había acabado. Tenía demasiado tiempo libre. Necesitaba buscarme algo más que hacer y así no tendría tiempo para pensar en cosas que no quería pensar, porque las horas de clase que me correspondía impartir no eran suficientes.

Para estas alturas Muchos estudiantes estaban tan desocupados como yo, y algunos se veían paseando por los predios del internado, caminando en parejas y evitando evidenciar amoríos adolescentes. Yo sencillamente me hacía de la vista gorda.

Había terminado ya todas mis clases del día. Tenía tarea acumulándose en mi habitación a montones que debía hacer, también tenía que estudiar matemáticas pues el examen se estaba acercando demasiado rápido y Derek ya se había comprado su sello color rojo con un gran cero para sellar todos los exámenes. Según él, nadie iba a dar la talla.

Pero, allí estaba yo caminando sola en dirección al lago, todos en clase habían estado diciendo que era un lugar hermoso, nadie le había prestado atención al profesor, incluyéndome pues la conversación estaba muy interesante. Al salir de la última clase le pedí a Vera que me acompañara pues ella misma había estado allí de noche el día que nevó pero ella no pudo acompañarme así que aun con el uniforme del colegio y el morral es mi espalda emprenda camino allí.

No fue difícil llegar y sin duda que era un lugar hermoso, no estaba tan apartado pero le diría a Astaroth que viniéramos alguna vez juntos a comer algo. Mientras yo estaba allí imaginando cosas, el sonido de una roca chocando contra la superficie del agua me saco de mis pensamientos. Al observar bien, me di cuenta de que había allí un hombre, comiendo algunas cosas. Nunca le había visto.

—¿Hola?—

La miré hacia arriba mientras metía una lombriz de gominola en mi boca. Tenía los labios llenos de azúcar y aquel polvo ácido que le ponen a esas gomitas. La había visto por algún lado fuera de horas de clase, pero nunca había entablado una conversación con ella debido a que nunca lo necesitamos en el pasado. Para empezar yo ni siquiera era su profesor.

- Hola. - Le contesté, y volvía mirar al lago, como esperando que se fuera, como las personas normales que solo saludan casualmente y luego siguen con sus vidas, pero pasaron dos segundos y eso no sucedió. - ¿Te puedo ayudar en algo? - Complementé, mientras tomaba la bolsa de chucherías y la hacia una bolita, metiéndola en el bolsillo de mi chaqueta estampada con finas lineas cruzadas.

Desde donde yo estaba la chica se veía más alta que yo, como la mayoría. No me iba a poner de pie solo para que se diera cuenta. Solo esperé a que me contestara si de verdad tenía ganas de hacerlo. Tomé uno de los guijarros y lo tiré una vez más contra el agua. Rebotó una vez, y por un instante se dibujó una amplia sonrisa en mi rostro, pero luego volvió a enterrarse entre las ondas como el resto de las piedritas, y ya no sonreí más.

Supe reconocer que quería estar solo en ese momento. Iba a retirarme cuando me pregunto si le podía ayudar en algo. Vi como su rostro se sombreo cuando la piedra cayó en el agua sin saltar más de una vez. Sonreí ligeramente y me agache tomando una piedra especial, por especial no quiero decir que fuera mágica o algo. Simplemente un poco plana y ovalada.

Deje caer el bolso en el césped y acercándome un poco a la orilla lance la piedra al lago, esta dio tres saltos, uno detrás del otro dejando a su paso pequeñas ondas que se hacían grandes hasta unirse con la que se formaba delante de ella. Cuando dio el tercer salto, la piedra se hundió en el fondo del lago.

Sonreí entusiasmada. No había practicado en quizás un año. Pero aquel verano en Liechtenstein hace unos cuantos años atrás, Astaroth y yo lo habíamos pasado juntos en el lago, él haciendo saltar las rocas como cien veces antes de que se hundieran y yo aprendiendo lentamente. Hasta que por fin un día logré hacerlo.

—No, ya me voy — Limite a decir caminando hasta donde estaba mi bolso para recogerlo

Y la otra piedra saltó por encima de las ondas que la mía había dejado, una, dos veces, hasta morir varios metros por delante de donde morían todas las mías. Hubiera tomado todo de manera mucho más ligera si no hubiera visto su sonrisa de autosuficiencia. Ni siquiera fue ese el problema. El problema fue que se detuviera a mi lado solamente para mostrarme lo bien que lo hacía y luego no hiciera más que dar media vuelta e irse. Yo sentí que el mundo me estaba restregando en las cosas que debía saber hacer y no sabía, y de alguna manera estoy seguro que dejé escapar una mueca que indicaba desdén.

- ¿Qué fue eso? ¿Estás faroleando? - le pregunté de manera casi retórica mirando como ella recogía su bolso. Por supuesto que estaba faroleando. - Eso es de muy mal gusto.

Tomé todos los pequeños guijarros que mi mano fue capaz de abarcar y los tiré violentamente contra el agua, y salpicaron, pero una vez más ninguna salto. Malditos. Malditas las piedras, y el agua que no se dejaba montar y el sol que se rompía en mi pedazos en el agua con cada intento. Maldita la muchacha, que seguro era una engreída igual a casi todos los demás niños del internado. Pero por sobre todas las cosas, maldito yo.

—¿Faroleando? — Voltee sin recoger mi bolso y lo vi lanzando muchas piedras al agua. Todas se hundieron. Lleve mi mano a mi rostro y camine hacia él —Oiga, no lo hice de mala gana ni tampoco para jactarme — Busqué entre la tierra una nueva roca, un poco plana y ovalada. Mis manos se ensuciaron ligeramente —Yo solo vine aquí buscando paz, pero usted literalmente me echo de aqui. Lamento si mis actos le hicieron sentir que quería fanfarronear.
Lejos de eso, solo quería ver si aún me salía el truco

Expliqué sentándome a su lado. En realidad el sitio era hermoso y el señor a mi lado estaba bastante enojado, no termine de entender porque se enojaba tanto así que decidí ayudarle un poco. A veces la ayuda viene de la persona que menos se esperaba en el momento menos oportuno.

—El secreto está en la roca que se escoge, no puede ser cualquiera—Expliqué mostrando la roca en mis manos y poniéndola en las de él —Ahora levántese que sentado será imposible hacerlo —

Me levante con cuidado y coloque mi cuerpo de forma que él pudiera observar el movimiento que se hacía al flexionar las piernas y la forma en que todo el brazo ayudaba.

—De esta manera — Expliqué una vez más, haciendo el ademan de lanzar una roca imaginaria al lago —Esa técnica me la enseñaron hace bastante tiempo, es sencillo pero a la vez tiene sus secretos. Solo es cuestión de practica —

- Hey! hey... hey..... yo no te he echado. - Le dije mirándola con los ojos entornados. No decía ninguna mentira, porque realmente no había pronunciado las palabras, pero muy, muy en mis adentros sabía que las intenciones con las que le dije aquellas primeras palabras no eran precisamente de que se quedara. Pero ya no era así.

Seguí sentado, aunque ella me sugirió levantarme de mi lugar, pero el césped estaba frío, y si me levantaba me sería imposible volver a sentarme sin sentir la humedad del rocío congelado una vez más cuando posara mi trasero en el piso. Nada más la mire es coger una roca. Enterré la mano derecha entre el corto pasto verde a mi derecha, palpando, tratando de conseguir una piedra más o menos parecida a la que ella había tomado y conseguí una, más o menos de la misma forma, aunque más pequeña. Seguro aunque la hubiera tirado con todas mis fuerzas y toda la técnica del mundo no habría alcanzado a rebotar, pues era demasiado pequeña y le faltaba mucha masa... como yo.

- ¿Sabes? No... no sabes, pero yo debería saber hacer esto. - Le dije una vez terminé de ver como fingía en plan mimo el lanzamiento de la roca. - He estado en muchísimos campamentos de verano, veinte o treinta, o quizá más, pero nunca aprendí a hacerlo. - Lancé el pequeño guijarro al lago con toda la fuerza que me permitieron músculos, pero el viento truncó su trayectoria, y cayó en la orilla.

La mirada del hombre era extraña, es decir, como si en el fondo tuviera una gran tristeza que quisiera tapar a fuerza de dulces — Por la cantidad de estos que tenía a su alrededor — No se levantó cuando le estaba enseñando a hacer el truco y tampoco se esforzó en buscar una piedra adecuada ¿Qué le pasaba? Me agache y senté a su lado mirándole ligeramente, intentando descifrar que había detrás de su mirada. Esos ojos verdes estaban manchados con la desdicha. Suspiré.

—Nunca es tarde para aprender a hacerlo — Le dije sonriendo suavemente, pensando que con mi sonrisa podría sacarle una a él —Me llamo Alelí Saxe — Dije mi nombre extendiéndole la mano para presentarme y esperar que dijera el suyo.

A mi nariz llegó el suave olor del césped húmedo por el lago combinado con ese peculiar olor a gomitas que tienen sabor acido. Nunca en la vida podría ignorar ese olor. La brisa movió con su soplido el agua calmada del lago y se formaron pequeñísimas y casi imperceptibles hondas. Suaves, como el canto de las aves que se esparcía por el lugar.

Sin duda, un lugar relajante.

Oh mi dios... miré a sus ojos y pude percibir lo que interpreté como lástima ¿Cuando aprendería yo que la lástima no era igual que el respeto? Pero funcionaba mas o menos igual para mi... al menos podía ser escuchado más o menos de forma decente. Me servía más ser condolido que pasar desapercibido, ya que el respeto era algo que personas como yo no se encontraban demasiado propensas a tener. Soreí ante su sonrisa, y correspondía a su saludo.

Alelí Saxe... ¿Saxe? Asco. Seguramente era familiar de aquel hombre insípido que enseñaba matemáticas. Reprimí lo mejor que pude la decepción en mi rostro mientras me dijo su apellido. Contesté con mi nombre... más o menos. - Mucho gusto. Emile Rogen. Señor, Emile Rogen.... Profesor.... Profesor Emile rogen. Bueno. No tu profesor, no te doy clases.... de hecho solo a los chicos. Pero si... emm... Emile. -

M incorporé finalmente buscando de verdad las piedras correctas que me sirviesen para la tarea de tirarlas al agua. La curiosidad, por supuesto, sirvió para llenar los espacios vacíos de la conversación. - ¿El Tal Derek Saxe es algo tuyo? -

Algo en su rostro de contrajo cuando escucho mi apellido, me dijo que era un profesor y aunque su manera de decirlo me pareció el trabalenguas más gracioso que hubiera escuchado jamás, evite reírme. No quería que pensara que yo era una persona grosera pues no lo era, simplemente que tengo un tic, un tic que me hace reírme de cosas. Como por ejemplo la palabra “pudin” es como un botón que enciende la risa en mi organismo. Es algo tonto pero bueno, teniendo un primo como Aidan, hay cosas que ni siquiera Derek puede evitar que aprenda.

— Oh, usted es el profesor del curso para chicos — Exclame curiosa — ¿Qué enseña en esa clase? Si puedo preguntar —

Luego de eso me pregunto casi de “mala manera” si yo era familiar del profesor de matemáticas, no fue algo que me sorprendiera, en realidad Derek era experto en causar esas impresiones en la gente. Suspire y le miré.

—Es mi hermano mayor— Iba a agregar algo más, quería agregar algo más pero ¿Qué? No tenía nada. Tomé con mi mano una roca pero cuando la iba a lanzar un ligero dolor llego a mi hombro. Bajé el brazo inmediatamente.