La soledad no es buena {Anaïs Chevalier}

¿Cuantas vueltas había dado ya? Había perdido la cuenta, pero lo cierto es que las escaleras principales ya las había subido y bajado varias veces. Me había cruzado con cientos de alumnos, ninguno me había prestado atención, como si fuese invisible. Suspiré mientras posaba mi mano en la barandilla y observaba como un grupo de alumnos subía. Volvería a bajar, daría otra vuelta hasta que me decidiese a entablar conversación con alguien. Estaba aburrida y buscaba diversión

Comencé a bajar lentamente las escaleras mientras continuaba obserando a aquel grupo de alumnos que se reian alterando por completo la tranquilidad del lugar. No entendía los motivos de que tuviesen que hacer tanto ruido. Tan distriada estaba que me choqué de lleno con una joven que se había detenido en medio de las escaleras. Fruncí el ceño mientras la escaneaba rápidamente con la mirada. Mis ojos vagaron rápidamente de arriba abajo: pelo castaño, tez pálida y ojos tan azules como los mios.

Simplemente por educación crei necesario decir algo. Comencé a pensar en las palabras adecuadas mientras comprobaba que a la chica no le hubiese dañado demasiado aquel golpe tan estúpido. Al menos no se había caido, ni yo tampoco, había sido peligroso...

-Disculpa, iba distraida y no me fijé por dónde iba

Solté una de mis fingidas sonrisas para que resultase lo más convincente posible. No solo había sido culpa mía, ¿a quién se le ocurre pararse en medio de unas escaleras tan concurridas? Decidí no comentar nada al respecto y continuar pareciendo amable, si me mostraba altanera tal vez se molestase y mi hambre de diversión no se saciaría nunca.

-¿Estás bien?
Levanté una ceja en espera de la respuesta mientras cruzaba mis brazos sobre el pecho y dejaba caer todo mi peso sobre una de mis piernas. En ese momento me dí cuenta de que permanecer un escalón por encima de ella no era de buena educación, sobre todo teniendo en cuenta que a simple vista aparenteba ser más baja que yo. Buscando en mi interior toda la amabilidad que pude continué sonriendo y descendí para permanecer en el mismo escalón que ella. Lo que había que hacer en ese colegio para intentar encontral alguna distracción... pero era preferible aparentar lo que no se erá que amargarse en una esquina. Al fín y al cabo la soledad no es buena, no al menos si ésta se prolonga indefinidamente.

Anaïs daba vueltas y vueltas en su habitación, con la mirada fija en el suelo. Pensando. —Mary, ¿crees que habrá algo interesante fuera?- preguntó fijando la vista en el armario, hablaba, de nuevo, con Mary, nunca la había visto, pero afirmaba que Mary le hablaba, y ella, respondía por educación. —No, Mary, no seas mala, no me puedo escapar, ¿qué diría mamá?- dijo negando su cabeza y decidió salir, buscando algo que hacer. Nunca le gustaron las ideas de Mary, siempre decía que eran extrañas y que podían ser peligrosas para ella.

Corrió por todo el pasillo mientras se reía y evitaba tocar a la gente. Llegó a unas escaleras, se puso firme, y colocó sus brazos en su espalda, aguantando la risa. —Mira, Mary, así es como sube un príncipe las escaleras.-Dijo subiendo las escaleras lentamente y con delicadeza frunciendo el ceño. El príncipe que imitaba ella estaba enfadado. No le gustaba eso, y paró en seco, cuando chocó con alguien y casi perdió el equilibrio de no ser por agarrarse a la barandilla de las escaleras. Miró hacia arriba y vió a una chica rubia de ojos de un color azul claro precioso y se quedó un rato mirándola. —Hola, no pasa nada, yo iba hablando con Mary.-Dijo con una sonrisa de oreja a oreja y se frotó la nuca.

—Claro, no me ha dolido tanto, y eso es extraño, mamá siempre dice que tengo los huesos muy frágiles, yo no creo que sea cierto, Mary siempre dice que eso es mentira.- Comentó encogiendose de hombros, y suspiró pesadamente. —¿Y tú, estás bien?- Preguntó mirando como bajaba un escalón para ponerse a su lado, pero no a su altura. —Ah, yo soy Anaïs Chevalier, ¿cuál es tu nombre?

La chica respodió rápidamente mencionando continuamente a una tal Mary. No pude evitar mirar a nuestro alrededor. En las escaleras no estabamos solo nosotras, por supuesto, pero el resto de alumnos no se detenían, subían y bajaban continuamente. No había ni rastro de la mencionada Mary.

Volví a clavar la vista la chica mientras se presentaba: Anaïs Chevalier. Quedaba claro que no era una de esas personas que hablaban de ellas en tercera persona, usaba el posesivo "mi" y se llamaba Anaïs, no Mary. Volví a mirar detenidamente, ¿tal vez un fantasma? Era poco probable.

-Khalan... -respondí quedamente sin pensarlo. Estaba ocupada averiguando donde estaba la querida amiga de mi interlocutora-Khalan Rosenkreuz. Un placer, Anaïs...

Me rendí, allí no había ninguna Mary y esa chica estaba loca de remate. Era la única posibilidad. Comencé a juguetear con un mechón de mi pelo mientras cavilaba sobre las diferentes posibilidades hasta encontrar una, tal vez mi diversión en ese colegio viniese de esa joven y su amiga invisible.

-Y también sería un placer conocer a Mary, ¿dónde se encuentra ahora?

Solté la pregunta con toda la amabilidad que pude, no quería sonar incrédula y que se enfadase conmigo. Era preferible tantear lentamente la situación porque igual estaba tan loca que si le decía que hablaba sola, me clavaba un picahilos mientras dormía. Sonreí... Era poco probable que eso llegase a ocurrir, ¿no?

Miró hacia todos lados donde la chica miraba. No entendía porque miraba a todos lados. Quizá le daba vergüenza hablar con ella y se aseguraba de que ningún conocido la veía, o algo. Por suerte tengo a Mary. Pensó y resopló levantando un mechón de su cabello que le caía por la frente, y lo colocó detrás de su oreja.

—Kahlan es un nombre raro...-Dijo encogiendose de hombros. —Igualmente, tú.. tú no eres de por aquí cerca, ¿verdad?-, preguntó descaradamente enarcando una ceja.

Mary no paraba de hablarle, pero no quería responderle, y se estaba enfadando un poco. Había conocido a una chica nueva, y no tenía mucho tiempo para hablarle, además, siempre decía que Mary era muy borde y siempre le daba órdenes. Cuando le preguntó sobre Mary suspiró agobiada. Todo el mundo le preguntaba por Mary, pero nunca por ella, y eso que según Mary, ella era la única que le hablaba.

—Pués adelante, pero es un poco borde, yo sólo digo. No sé, nunca la he visto, pero me habla, mamá se preocupaba por eso y me quería encerrar en un sitio para personas tristes, decía que estaba loca, y que Mary no es real, pero ella lo es, igual que Sombra, él también es real, y es malo.-Comentó mirando hacia todos lados asustada. No le gustaba para nada hablar de Sombra. Mary siempre le decía que no debería hacerlo, que sería malo.

Ella era la que hablaba con alguien que no existía y lo extraño de todo aquello era mi nombre. Sería mejor dejarlo pasar, igual también era una persona neurótica. Dejé de buscar a la tal Mary, me deba por vencida mientras observaba como la Anaïs se apartaba un mechón de su pelo de la cara.

- Sí, soy de muy lejos... de Alemania. ¿Y tú? Tienes acento tal vez francés, o italiano... No soy muy buena con eso de indentificar los acentos- mientras hablaba continuaba jugando con un mechón de mi rubio cabello, enredándolo entre mis dedos.

Ya no cabía lugar dudas, la chica estaba rematadamente loca: ¿Mary y Sombra? No me extrañaba lo más mínima que su propia madre hubiese intentado encerrarla en un manicomio. Aunque igual ese era el motivo de que estuviese en ese colegio, tal vez no estuviese loca y tuviera algún poder sobrenatural que le permitiese ver a personas que el resto no.

- No pareces cómoda hablando de Sombra ni de Mary, ¿qué te parece si cambiamos de tema de conversación? No sé, qué te parece si me dices la edad que tienes... - Solré mi pelo y subí un escalón, colocandome dónde anteriormente había estado situada.

Tal vez se sintiese más cómoda con ese cambio de conversación pero no esperé mucho a comprobarlo, me senté en el escalón y dí una palmadita sobre el suelo a mi lado invitándola de esa manera a hacerme compañía. Si mi interés por sus amigos invisibles la incomodaba, sería mejor que me diviertiese con algo menos. Una buena conversación, incluso eso nos podría llevar a hablar de sus queridos amigos porque seguramente los mencionaría de continuo.